Sobre las diez menos cuarto de la mañana de ayer, del interior de la iglesia parroquial del Santo Ángel Custodio, en la Vall d’Uixó, varios miembros de la comisión de las fiestas patronales comenzaron a sacar las cañas coronadas por la cinta distintiva de sus celebraciones, de un color azul celeste. Decenas de unidades que poco a poco fueron desapareciendo de la fachada del templo, donde las habían colocado, en las manos de numerosos vecinos que acudieron fieles a la cita con uno de esos actos del programa en los que se aúna la devoción por los patronos y la expresión pública de fe, con la conservación de las tradiciones más populares.

Pocos minutos después, la plaza del Ángel era un tapiz colorista que permanecía a la espera de que, una vez más, la dolçaina y el tabal indicaran que era el momento de comenzar a desfilar hacia la ermita de la Sagrada Familia, en el paraje de San José. Fue entonces cuando las puertas de la iglesia se abrieron de par en par y la banda del CIAC comenzó a entonar los primeros acordes del Himno Nacional --como es costumbre--, que anunciaron la salida solemne de los patronos.

ACTOS RELIGIOSOS / Esta fue la primera de las citas religiosas, junto a la misa en la ermita, la Eucaristía vespertina --en la iglesia parroquial-- y la procesión posterior. Esta última, se encuentra entre los momentos más esperados por las reinas de la localidad --tal y como ellas mismas manifiestan año tras año--, por estar cargada de emotividad, en especial cuando existe una vinculación familiar que contribuye a preservar el apego a la Sagrada Familia, como es el caso de la representante de este año, Carmen Martínez.

Como la joven reconoció, el triduo religioso supone una «exigencia especial», tanto para ella como para las damas, pero son compromisos que asumen con satisfacción, al reconocer que es un año irrepetible, sobre todo cuando eres reina de la ciudad.