La parroquia del Santo Ángel de la Vall d’Uixó volvió a completar ayer su triduo religioso 272 años después. Una tradición que, a pesar del tiempo, sigue manteniéndose como eje vertebrador de las fiestas patronales de la Sagrada Familia y el Santísimo Cristo.

Los valleros del siglo XXI imitan estos días a sus ancestros, cuando en aquel 8 de octubre del 1747, coincidiendo con «el final de las obras de la segunda gran ampliación de la iglesia parroquial», realizaron una procesión eucarística para trasladar al Santísimo «desde la capilla del Palacio de Medinaceli --años después la casa de los Segarra, en la plaza del Ángel-- hasta el templo reformado», tal y como relata el historiador local, Leopoldo Peñarroja.

Esa festividad, que pasó a denominarse de la Trasladación, tuvo lugar el día previo a dos celebraciones que venían desarrollándose desde años atrás, conformando «la trilogía que se ha perpetuado hasta la actualidad», con el único paréntesis de la guerra civil. Ya entonces, las citas devocionales «se completaban con actividades taurinas y verbenas».

De este modo, con la procesión del Cristo, vivida ayer, se sumó una edición más a esa larga historia que define a una localidad que se sustenta en su pasado.