A principios del mes de septiembre, el municipio mexicano de Juchitán se convirtió en el epicentro de un terremoto de 8,2 grados con consecuencias devastadoras. Un sismo que se dejó sentir también a cientos de miles de kilómetros, en la Vall d’Uixó.

Hace casi 10 años, San Vicente Ferrer unió a ambas localidades, demostrando que la devoción por el patrón que comparten superara fronteras y diferencias culturales. De hecho, salvaron los inconvenientes y prevalecieron los puntos en común, las razones fundamentales para firmar una carta de hermanamiento que creó lazos muy estrechos entre las parroquias y las fiestas.

Cuando los vecinos de la Vall, en especial los que están vinculados con la parroquia de la Asunción y las fiestas patronales de Sant Vicent, se enteraron del desastre vivido en Juchitán, decidieron que tenían que hacer algo y los kilómetros no podían ser un obstáculo, aunque para muchas cosas sí que lo son, como para hacer llegar y gestionar la ayuda humanitaria que necesitan.

Quienes creen firmemente en los compromisos que se asumen a través de la firma de un hermanamiento, como el vecino Vicente Falcó, una de las personas que auspició la firma de este acuerdo y el que mantiene una relación permanente con el pueblo mexicano, no ha dejado de informar a todos aquí, al otro lado del océano, sobre la actualidad de una catástrofe que ha afectado a más de la mitad de las viviendas de Juchitán, que si no cayeron con el terremoto, tendrán que ser demolidas por su grave afección.

La diócesis de Segorbe-Castellón ha abierto dos cuentas para recaudar fondos con los que cubrir necesidades básicas. El Ayuntamiento hará lo propio a través de Cruz Roja y, como explicó el edil de Cultura, David Lluch, se está estudiando la financiación de algún proyecto de ayuda.