Los ciudadanos de Betxí podrán utilizar la totalidad de la planta baja del Palau-Castell, aunque rematar la rehabilitación en su totalidad queda pendiente de la ejecución de nuevas fases. Así lo confirmó ayer el alcalde de la localidad, Alfred Remolar, y lo destacó el conseller de Cultura, Vicent Marzà, quien alabó la singularidad del modo de recuperación elegido para este conjunto histórico, que definió como «una apuesta cultural proyectada en el tiempo, que no consiste solamente en restaurar por restaurar».

Marzà se trasladó ayer a la población para comprobar in situ la evolución que ha tenido la puesta en valor del monumento, que visitó por primera vez al inicio de la legislatura. Describió el cambio como «muy visible» y alabó un proyecto que «mejora y pone en valor un edificio de gran riqueza, primordial para el conjunto histórico no solo de Betxí, sino de todo Castellón».

IMPLICACIÓN DEL CONSELL / Este recorrido se produce tras la licitación del proyecto de restauración de las dependencias de la vivienda de Pascual Meneu, en las plantas baja y primera, además del coro superior del claustro. Serán 273.590 euros, incluidos en el plan de inversiones en patrimonio cultural valenciano.

Este inmueble ha recibido aportaciones económicas de distintas administraciones. Marzà insistió en que esta tercera fase será sufragada íntegramente por el Consell que, «en breve», procederá a la adjudicación para que se puedan iniciar las obras.

Por su parte, el alcalde ratificó una filosofía que el consistorio ha mantenido desde el inicio del plan, cuando únicamente se habilitaron un par de salas en el acceso principal, donde desde su reapertura se han organizado decenas de actos de toda índole, principalmente, culturales.

Esa es la pretensión cuando se acabe la tercera etapa, «abrir al público para que los vecinos y visitantes puedan ver lo que se hace y que lo disfruten».

Adentrarse en el interior de este espacio histórico impresiona casi más por lo que esconde que por lo que enseña. Tras sus muros y sus techos se han encontrado elementos arquitectónicos inesperados y que pretenden conservar, pero también han detectado curiosas anécdotas, como lo que se creen que son las huellas de un gato, que debió pasearse en el siglo XVI sobre el suelo en construcción de la plataforma inferior del baluarte, dejando así un curioso testimonio.