Una de las últimas razones del nuevo aumento de contagios por coronavirus podría radicar en que no hemos podido frenar ese estilo social, callejero y vivo tan propio de las relaciones entre los valencianos. Es evidente que, entre otros factores como la rápida desescalada, la activa socialización, el ocio nocturno, la falta de concienciación con las normas de seguridad sanitaria y la convivencia estrecha con amigos y familiares han disparado el ritmo de casos positivos por coronavirus entre los valencianos. Reuniones, cumpleaños y comidas son el mayor catalizador de la covid-19.

Según los expertos consultados por este periódico, las epidemias son como un incendio porque pueden extenderse en el momento en que haya una sola chispa activa (gotículas respiratorias en el caso del coronavirus) aunque, eso sí, no todas las chispas pueden producir fuego. Y esas chispas las producen factores como la espontaneidad y la cercanía de nuestras relaciones, que acentúan el ritmo de positivos en la Comunitat Valenciana.

En ese sentido, el filósofo y antropólogo Enrique Anrubia, profesor titular de Antropología y Filosofía de la Universidad CEU Cardenal Herrera de València, explica que "ser social implica por sí mismo unas reglas. Es el abc de lo sociocultural porque nos relacionamos con reglas y ahora estas reglas han cambiado pero parece que la sociedad no nos damos por aludidos". Es decir, lo social es una característica de la vida humana que implica pluralidad, unión y convivencia, tres claves que van en contra de la protección del virus y hacen pasar la línea roja: "Abrazarse, tocarse, besarse, no es en sí un problema, el problema es que hemos de saber quién merece la pena ser abrazado", aclara Anrubia, incidiendo en que, en estos tiempos de resignación y pandemia, hay que saber "qué y quiénes son fundamentales en nuestra vida".

El criterio de discriminación de con quién estar "responde a descubrir quién es de verdad fundamental en mi vida y no hacerlo es negar que se ha vivido un desastre social hace solo unos pocos meses. Aunque suene extraño, hay personas de las que en cierto sentido no nos importaría contagiarnos como un hijo o una pareja".

Anrubia también aclara "que los códigos de conducta tienen una parte propositiva sobre cómo comportarse en situaciones concretas, y otra sobre lo que en ningún caso se debería hacer. Pasa en todo tipo de situaciones y con la 'nueva normalidad' no es menos porque parece que no se ha asimilado lo que no se debe hacer en ningún caso".

Ya los griegos no concebían a las personas en estado de aislamiento. Aristóteles aseguró que el hombre es un animal social y político por su propia raíz, por su misma naturaleza porque nace, crece y se relaciona en una familia y en una sociedad civil. Es decir, las personas necesitan de sus semejantes para alcanzar sus objetivos vitales. Estos objetivos no se pueden conseguir en la soledad (confinados), puesto que una persona aislada no puede bastarse a sí misma. Ahí entra la importancia de la comunidad, ese círculo personal en el que se desarrollan las personas como personas.

En ese sentido, el filósofo y antropólogo valenciano asegura que "parece que no lo hemos aprendido, y que las relaciones con nuestros amigos más íntimos son tan normales como las que podamos tener con un amigo lejano. Es decir, no es lo mismo contagiarse por un ser querido que contagiarse por una cena con amigos del equipo de fútbol". "Nos parece ya lejano el confinamiento severo y hemos olvidado que no se pueden hacer las cosas con la normalidad de antes. Todas las recomendaciones parecen ahora un eco lejano y onírico, un mal sueño", manifiesta.

Cuando al principio de la pandemia se hablaba de qué era lo fundamental en nuestras vidas y quiénes eran los trabajadores esenciales para sobrevivir durante el estado de alarma "se estaba hablando de las personas importantes en nuestra vida" y "los rebrotes indiscriminados que están ocurriendo muestran que algunos no saben distinguir las personas fundamentales de quienes no lo son", aclara el profesor. Tanto es así que España es el país de la Unión Europea que más infecciones confirma, unos 100 casos diarios por millón de habitantes, según datos de Our World in Data. Otros países mediterráneos como Francia tienen 60 casos diarios por millón de habitantes; Portugal unos 20 o Italia, unos 9. Por eso, los virus no van contra la sociabilidad humana por sí mismo: "Todos los virus necesitan un huésped para subsistir, sea la gripe o el coronovarius, así que España no tiene uno de los peores rebrotes por su talante cultural y social", finaliza Enrique Anrubia.