Hay expertos que consideran que estamos ya en la cuarta ola y no en la tercera. ¿Cuál es su posición?

Hablamos de tercera ola. Hubo un pequeño repunte tras la primera ola en agosto. Desde el punto de visto técnico sí fue una segunda ola pero no se trató como tal, por eso consideramos que la segunda empezó en octubre y la tercera es la que empezó en diciembre.

¿Por qué en esta tercera ola la C. Valenciana ha sido la región más golpeada de España?

Esto daría para que alguien haga una tesis. Hay varios factores a tener en cuenta. Lo primero es que llegábamos con muy pocas personas que habían pasado la enfermedad comparados con España. Ahora hemos tenido lo que nunca en contagios porque en septiembre y octubre, el virus había circulado poco (menos de la mitad que en las demás comunidades) y no teníamos apenas población protegida. No creo que fuera porque aquí haya habido más interacción social, al menos no más que en otras zonas del Mediterráneo. También ha influido de alguna manera el buen tiempo que tenemos. En septiembre y en octubre aún se aguantó en las terrazas. No fue hasta más tarde que empezamos a meternos en sitios interiores, donde hay peor ventilación.

¿Fueron las Navidades la chispa que hacía falta?

Empezamos a notar la subida a raíz del «Black Friday», a los 15 días. Da para un estudio sociológico. El problema de esa fecha, de las compras de Navidad, no es ir a un comercio, el problema es después quedar a tomar algo con los amigos con la excusa de que vienen las Navidades. Hubo esto y varias cosas más como aquello de salvar la Navidad o la llegada de las vacunas. Todo el mundo estaba muy contento y alegre y durante diciembre se salió mucho más. Ahí empezó todo. Porque no se podía quedar con más de seis personas pero hoy quedo con los de la universidad, mañana con los amigos de la playa y después con los vecinos. Puede que no se haya salido en grupos grandes pero la esencia de esa limitación era salir siempre con las mismas personas. Pero mucha gente salió con muchos amigos y estuvo en contacto no con seis personas sino con 40 y con 50, me da igual que fuera en casa que en un bar porque al final quedas con gente sin mascarilla durante mucho tiempo. Luego, había otro tema, la circulación del virus era alta, teníamos una incidencia de 250 casos por 100.000 habitantes y a partir de ahí empezamos a subir.

¿Y las Navidades remataron?

Creo que en la Navidad en sí, la inmensa mayoría ha cumplido las normas. Se ha quedado en los días importantes a comer y cenar mucho más de lo que nos hubiera gustado pero no se han pasado. El problema no han sido las comidas importantes de fiestas, sino el salir con los amigos todos los fines de semana de todo diciembre. Has ido a comer o a un bar a ver a los amigos y te has quitado la mascarilla, se ha estado mucho tiempo y cuando se va el sol te has juntado en el interior y se juntan muchas cosas. Eso lo he visto yo en el centro de València, no me lo tiene que contar nadie. Parecían Fallas, la gente llenando los bares.

La hostelería siente que se la está criminalizando y que están pagando el pato.

Entiendo que están pasando por una situación económicamente difícil pero no es que se les criminalice. El problema no es el espacio en sí, el problema es la relación que la gente mantiene en esos espacios. No es lo mismo ir al teatro o al cine: allí los de al lado no son contactos estrechos porque no te quitas la mascarilla. Los bares y restaurantes son sitios preparados para comer y beber, y es donde haces contactos estrechos: te quitas la mascarilla y aumenta la probabilidad de contagio. En nuestro país es nuestra manera de relacionarse, y esa forma de relación es el problema, no tanto el espacio donde se desarrolle. No es que el bar no sea seguro, es la relación que desarrollas en él.

¿Era partidaria de hacer un nuevo confinamiento domiciliario?

Creo que no era necesario esta vez. Los datos de la Comunitat Valenciana y de alguna otra demuestran que no era necesario llegar a eso aunque lo que tenemos en materia de restricciones se le asemeja mucho. Si los comercios cierran a las seis de la tarde y la restauración está cerrada, no tienes mucho que hacer, además que solo puedes ir en grupos de dos y en casa solo juntarse los convivientes. Para que sea un confinamiento domiciliario solo faltaría añadir el teletrabajo, cerrar los colegios y poco más. Pero hay que mantener algo de equilibrio con la economía y la actividad escolar, que es clave, y la hemos mantenido.

¿La bajada tan rápida de contagios es fruto directo de las restricciones o de la propia evolución de la ola?

Es clarísimo por las restricciones. A partir de los 14 días desde que la hostelería cerraba a las 17 horas se empezó a ver el bajón, pero a partir del 21 de enero con la clausura de la hostelería el bajón ha sido brutal y muy rápido. Lo importante no es solo bajar, sino que sea rápido porque tenemos los hospitales llenos y eso costará más. Además tenemos nuevas variantes que pueden complicar la situación. Cuando volvamos a escalar, no queremos que vuelvan a estar llenos los hospitales y que muera más gente.

Ha dicho cuando volvamos a escalar. ¿Habrá cuarta ola?

Es difícil de saber pero, de entrada, consideramos que es prácticamente inevitable que no la tengamos, aunque puede ser como la segunda o como la tercera. Porque la variante inglesa está bastante extendida en España y por toda la Comunitat Valenciana, y es mucho más transmisible. Las restricciones han ayudado a que no se introduzca de forma tan rápida como en Inglaterra pero está ahí y va a ser difícil tener a todo el mundo vacunado antes de que la variante se disperse bien porque no hay tanta producción de vacunas. Por eso tenemos que mantenernos en mínimos. Es difícil de decir si vendrá o cómo será. No podría asegurar nada.

¿Va a ser suficiente mantener las restricciones hasta el 1 de marzo?

Estamos con una tendencia decreciente y con signos muy obvios de que vamos a seguir bajando. Con el ritmo de los últimos 14 días, cuando llegue el 1 de marzo tendremos una incidencia acumulada de casos maravillosa si la comparamos a la que hemos tenido, pero hay que ver más cosas como la situación de los hospitales, que es clave porque no todo es la incidencia acumulada. Se considera también la proporción de positivos con respecto al total de pruebas, la incidencia a siete días y, sobre todo, la situación de las UCI. Todo lo que hacemos, lo hacemos para atender mejor a los que se ponen graves y para eso no podemos tener los hospitales desbordados. Veremos cómo está la situación el 1 de marzo.

¿Cómo se va a plantear esa desescalada?

Hay que pensar en que en una desescalada no todo va a ser de un día para otro, como antes. Hay que ir poco a poco para atrás, igual que en la primera ola en la que se permitía, poco a poco, ir haciendo más cosas. No se puede hacer de otra manera, sería una locura y ya lo hemos visto. Cuanto más tardemos en que se vuelva a extender el virus, más vacunas tendremos puestas. Trabajamos en esa línea, ir poco a poco aunque suponga un fastidio y esté siendo muy duro para ciertos sectores económicos. Nuestros informes van es esta línea, pero las decisiones las toma quien corresponde. Nos escuchan pero entiendo que todo es complicado.

¿Cuánto nos van a complicar el futuro las nuevas variantes?

La variante inglesa destrozó Inglaterra. Esperamos no llegar ahí porque la suerte es que ha llegado cuando teníamos las máximas medidas de restricción. Las detecciones que tenemos son de la última semana de diciembre. Por eso, la británica se va extendiendo pero como ha coincidido con restricciones potentes ha ido más despacio. Todavía no está muy extendida pero llegará.

¿Y la sudafricana?

La sudafricana se detectó, por primera vez, la semana pasada gracias a que tenemos unos hospitales muy bien preparados para la secuenciación genómica, con una red muy bien organizada, por lo que vamos con ventaja. Estamos aprovechando la tradición de los equipos de investigación que han hecho análisis genómico con gente tan potente como Iñaki Comas, Fernando González Candelas o Andrés Moya. Ese bagaje permitió trazar el brote en el caso Maeso y algunos de legionela.

Se puso como fecha el verano para pensar en una inmunidad de grupo y una vuelta a la «normalidad». ¿Vamos a llegar?

Siempre hay que ser prudentes. Un verano como los de antes no va a ser, pero hay que pensar que puede ser relativamente bueno. Con mascarilla, pero podremos quedar con amigos al aire libre e ir a un bar, más o menos lo que hicimos el verano pasado. Entonces nos pareció dramático pero me conformaría con tenerlo en Pascua, pero para eso debemos llegar a situaciones de muy baja incidencia del virus.

¿Es partidaria de los pasaportes inmunitarios? El año pasado, cuando se empezó a hablar de ellos, generaron polémica.

Para ir a sitios donde hay fiebre amarilla debes tener un papel como que te has vacunado. En la primera ola, nosotros mismos cuando tomamos restricciones estábamos muy agobiados porque estabas quitando derechos a la gente. Ahora, como sabemos las repercusiones que tiene no hacerlo a nivel de salud, las tomamos con más seguridad. Me acuerdo de cuando decidimos cerrar el ocio nocturno de Gandia. Durante dos noches no dormí porque lo teníamos que tener claro. Era muy delicado, además era julio y, después de estudiarlo mucho, vimos que era la única solución. Ahora, en ese tipo de cosas, tomas la decisión por más que te duela porque tienes un bagaje que no tenías antes y esto pasará en la misma línea con el pasaporte. Al principio se habló mucho pero...

Mirando al futuro: ¿nos tendremos que vacunar todos los años frente al SARS-CoV-2?

La sensación, con los estudios que hay hasta el momento, es que vamos a tener que vacunarnos como con la gripe, aunque aquí seríamos todos y no grupos concretos. Esa es la sensación porque el virus muta. Habrá sistemas de detección parecidos a los de la gripe, a no ser que se descubra algo nuevo, y se irá viendo cómo circula y qué tipo de virus lo hace en el hemisferio norte y el sur como con la gripe. Entonces se trasladará para hacer una u otra vacuna y se decidirá quién debe ponérsela.