Hay una losa instalada sobre nosotros desde hace unas semanas que no se va. Es una mezcla de desasosiego, tristeza y melancolía, con algún destello de esperanza, pero que pronto se apaga. Todo finge ser normal, pero no hay manera de que lo sea. Los locales han abierto, pero la noche valenciana no es igual ni se le parece. Hay actitudes similares -siempre queremos pasarlo bien- pero la realidad acaba por sobreponerse, bien sea porque la mascarilla asfixia o porque hay que dar nombre y DNI para entrar en cualquier local, si acaso hay sitio o se exige reserva. Los bailes son contenidos y reducidos a un par de metros cuadrados y las únicas filas que se forman son las de acceso. Camareros y camareras ya no esperan tras la barra porque el servicio ahora es en mesa para reducir al mínimo los movimientos.

Todo por culpa de una pandemia mundial que ha puesto en jaque el actual estilo de vida. Superados los traumas iniciales, el debate ahora se cierne sobre el ocio nocturno como foco de contagio. ¿Sí o no? ?¿Cierre o regulación?El Consell aprobó hace una semana un decreto que endurecía las sanciones contra los locales que incumplan las normas con aforos desbocados, distancias insuficientes o mascarillas en el codo. Con eso, por ahora, bastaría para el Gobierno valenciano, aunque con posturas diferenciadas entre sus partidos tras la sucesión de casos positivos que se han dado en cuatro discotecas de València esta semana. Dos de esos brotes ya han dejado a 38 personas contagiadas.

Sin embargo, el decreto no se cumple porque sí, como da testimonio la Policía Nacional, la Guardia Civil y la Policía Local, todos con potestad para controlar e intervenir gracias a un dispositivo especial de colaboración conjunta que se inició en la madrugada del sábado. Entran en locales, revisan y dan toques de atención para garantizar que se cumple con las medidas, las de la covid-19 y las habituales. «Cogemos los nombres de los que nos hacen reservas y queremos ver si en las próximas semanas hacemos un registro de todos los que entran», explica el encargado de la sala Xtra Lrge, en Ruzafa. Pasea por todas las salas junto a dos agentes del Grupo de Espectáculos de la Unidad de la Policía Nacional adscrita a la Generalitat. Caminan, preguntan, miran, comprueban y escuchan las medidas que se han tomado. En esta discoteca, donde antes había tres pistas de baile, ahora son mesas tipo cabaret donde una treintena de personas toman copas sentados. «Tienen un aforo de 300 personas que se ha reducido a 100. Ahora hay unas 35 y lo tienen todo separado y señalizado», explica uno de los agentes. «El cambio, en cuestión de una semana y por los brotes que han salido, ha sido radical, tanto en implementación de medidas como en concienciación», dice.

El siguiente objetivo es Salomé, una sala de bailes donde, según su encargado, han creado una aplicación para reservar mesas. Además de los dos agentes de espectáculos, seis compañeros uniformados hacen la entrada en el recinto bajo la mirada atónita de los asistentes. Tampoco hay más de 20 personas, todas sentadas en sofás donde antes bailaban salsa. Todas las medidas contra la covid-19 se han tomado, aunque se levanta un acta por ausencia de portero, una figura obligatoria en la legislación valenciana.

A las dos de la madrugada, las dos furgonetas de la Policía Nacional y el coche patrulla aparcan frente a la antigua Piscina de València, hoy reconvertida en Palau Alameda con dos espacios: la terraza Attic y la discoteca Azza. Un control de temperatura permite o no el acceso, pero según los agentes esta herramienta no siempre es precisa. «Anoche, en una sala de juegos que visitamos, mi compañero tenía 34 grados y yo 33,5», ironiza uno de los agentes. Lo más fiable, como insisten, es la distancia social, el gel hidroalcohólico y la mascarilla. La terraza está atestada de gente en mesas separadas reglamentariamente. Bajo, en el primer piso, la discoteca se ha transformado en un salón chill out donde se bebe tranquilo. Llama la atención un grupo de unas 16 personas sentadas en sofás. «El límite está en 20 individuos por grupo. Es difícil porque la legislación cambia cada dos semanas y tenemos que estar atentos para poder aplicarla», precisa uno de los agentes.

De un piso a otro de Palau Alameda, los agentes reconocen lo bien que se han implementado las medidas. Sin embargo, uno de ellos incide en la responsabilidad compartida de propietarios y clientes. El local debe estar preparado correctamente, pero el deber individual es fundamental. Pese a todo, de cara a la ley y para evitar sanciones, es la gerencia la que debe garantizar que sus clientes cumplen con las obligaciones. Cuando comienza la noche, no resulta complicado, pero con dos copas de más, la situación cambia.

La radio de los policías no deja de emitir avisos. Según explica uno de los agentes uniformados, la colaboración ciudadana ha sido total. A partir de las 6 de la tarde, las llamadas de vecinos se suceden avisando de tumultos en parques. Los agentes van, avisan y multan si es necesario.

A las 3 de la madrugada, la decena de agentes desembarca en uno de los puntos calientes de las últimas semanas. Mya ha reabierto sus puertas y el panorama es desolador: hay más empleados que clientes que, en su mayoría, son extranjeros. Los dos especialistas en espectáculos revisan el despliegue con especial hincapié en las cachimbas, objeto puesto bajo lupa la semana anterior. «Había un vacío legal respecto a su uso y desde hace unos días ya se ha regulado. Las boquillas con las que se fuma deben ser de uso individual y desechables». Aquí, en Mya, una barra tiene una decena puestas para ser servidas y todo está correcto. Dentro, el DJ pincha música para él y para un camarero que espera en la única barra abierta de las tres que hay.

Alemanes e ingleses llenan las mesas de Umbracle. Aquí, el ambiente mejora y hay más mesas ocupadas. La presencia de la Policía Nacional lleva a varios clientes a ponerse rápidamente la mascarilla y a que el personal del local de toques de atención a algún que otro despistado. Hay diferencia de criterios: uno de los agentes cree que debe estar siempre puesta excepto mientras se bebe y el otro se muestra más laxo. Hará falta revisar la legislación una vez más y concretar. En Umbracle, pese a los casos positivos de esta semana, todo está en orden, así que los agentes vuelven a sus vehículos. Hoy esta patrulla termina aquí la ruta, mientras en el resto de la ciudad, controles como este se suceden por toda València. Así será hasta que termine la «nueva normalidad».

Reunión con ayuntamientos

En el marco de la cogobernanza impulsada por la Generalitat en la gestión de la pandemia, la consellera de Justicia convocará la próxima semana a los alcaldes y alcaldesas de las principales ciudades y destinos turísticos de la Comunitat Valenciana para evaluar conjuntamente la evolución de la situación epidemiológica y estudiar la posibilidad de adoptar medidas complementarias que puedan ayudar a minimizar el riesgo de contagio.