Los cerca de 700 residentes del Galileo Galilei de València permanecen confinados en el interior del colegio mayor por orden de la Conselleria de Sanidad y Salud Pública, según pudo confirmar ayer este diario, después de que la detección de un brote en este centro, ubicado en el campus de Vera de la Universitat Politècnica de València, obligara a realizar cientos de pruebas masivas el viernes a todos sus estudiantes para conocer el alcance de la propagación del virus.

Los estudiantes permanecerán en esta situación de aislamiento forzoso hasta disponer del resultado de las pruebas PCR, una orden legal adoptada por Salud Pública ante la especial situación generada en este centro privado que, pese a estar integrado físicamente en las instalaciones de la UPV, su gestión no depende de la universidad.

El protocolo sanitario habitual indica que solo deben cumplir un confinamiento estricto —no salir de su casa o, en este caso, residencia— por ley aquellas personas que presentan síntomas o que sean catalogadas como «contacto estrecho» de un positivo. Sin embargo, desde Sanidad apuntaban ayer a que la decisión de decretar el aislamiento a todos los residentes responde a la necesidad de «evitar la movilidad» de los casi 700 alumnos hasta conocer todos los resultados. Una vez se disponga de estos, se reestructurará todo el proceso de trazabilidad para fijar quién pasa a ser positivo y, a su vez, quién es contacto estrecho.

Todavía ayer, desde el Galileo Galilei no se tenía seguridad de si el confinamiento era obligatorio o una simple recomendación, como indicó Sanidad el viernes. «Están confinados los positivos y sus contactos estrechos», aseguraban primero fuentes del colegio mayor a Levante-EMV. «Todos tenían excusas para irse, pero hemos intentado retenerlos aunque oficialmente no podemos», continuaban las mismas fuentes, que admitían resignadas que «alguno se habrá escapado, seguro».

Además, confesaban que algunos padres de residentes han llamado al centro en las últimas horas pidiendo poder acudir a recoger a sus hijos, a lo que el colegio mayor se negó pese a que por entonces desconocía la base legal que les otorgaba el dictamen de Sanidad y Salud Pública, según lo declarado a este diario.

Ninguno de los 16 alumnos con PCR positiva confirmada presenta síntomas de la enfermedad

Así, las personas con el positivo confirmado o establecidas previamente como contacto estrecho sí permanecen sin salir de sus respectivas habitaciones, hasta donde se les sube la comida. Pero no el resto, para quienes se ha desarrollado otro protocolo en busca de reducir las interacciones. Las áreas comunes como el comedor siguen abiertas, pero se han fijado turnos por plantas «para evitar aglomeraciones».

En cualquier caso, el mismo colegio mayor admite que estas medidas restrictivas se aplican con cierta laxitud y que, si un alumno no acude a comer en la hora asignada, se le permite que lo haga con el grupo de otra planta. «No le vas a dejar sin comer», apostillaban resignados. Este hecho puede complicar el próximo trazado de los contactos estrechos una vez se conozcan los resultados de las PCR, que previsiblemente llegarán mañana, al mezclar a las diferentes ‘burbujas’.

Pese a las dudas legales que todavía ayer persistían en la dirección del Galileo Galilei, cada uno de los 700 residentes tuvo que dar su visto bueno a una declaración responsable de conformidad, a la que tuvo acceso este diario, antes de someterse a la prueba del viernes. Se trata de un documento que toda persona debe firmar antes de que se le practique la PCR y en virtud del cual confirma estar informado de que «deberá permanecer en aislamiento domiciliario obligatorio hasta obtener el resultado» y «hasta el día que indique el profesional sanitario que me atiende».

El texto incluye una aclaración a pie de página para aclarar que «en caso de negativa» por parte de paciente a firmar el documento, «el profesional sanitario lo firmará y pondrá la negativa en conocimiento del coordinador del equipo de atención primaria» así como un amplio listado de recomendaciones de higiene para el aislamiento.

Las mismas fuentes de la residencia de estudiantes aseguraron que las 16 personas contagiadas se encuentran en perfecto estado de salud y que un profesional sanitario está realizando dos visitas al día para conocer su evolución. En cualquier caso, salvo «algunas décimas de fiebre» de algunos de ellos «durante los primeros días» del proceso vírico, todos ellos están pasando el virus sin síntomas y sin complicaciones.

Tras la tormenta desatada con el hallazgo del brote y el aparatoso despliegue de Salud Pública para instalar la sala de cribado masivo en el mismo recinto universitario, en la mañana de ayer reinaba la calma más absoluta en el exterior del colegio mayor.

«Nadie puede salir ni entrar», avanzaba el único estudiante al que este diario vio abandonar el colegio mayor durante la mañana de ayer, no sin antes mantener una conversación con el guardia de seguridad que custodiaba el acceso. Lo hizo con una causa más que justificada: se dirigía a someterse al test de la covid, ya que fue «de los pocos» que no pudo acudir el viernes. «Voy y vengo», prometía. Y así fue. Salud Pública habilitó de urgencia en la Universitat Politècnica el espacio para los test masivos, por lo que el proceso apenas le llevó 10 minutos a este alumno.

Ni rastro del resto de jóvenes en el exterior. Únicamente se podía ver a alguno de ellos en una estampa ya clásica de los tiempos de confinamiento, interactuando entre ellos de balcón a balcón mientras disfrutaban del suave sol que se proyectaba contra la fachada del edificio situado en la Avinguda del Tarongers de València.

Fuentes trabajadoras en el colegio mayor confirmaron que la noche del viernes, la primera de confinamiento, fue «muy tranquila» y que transcurrió «sin ningún incidente», aunque ya dejaban entrever las dudas respecto al protocolo que más tarde confirmó la propia dirección. Asimismo, revelaron que algunos familiares se habían personado en el colegio mayor con pertenencias para los residentes de cara a la cuarentena, pero que se les solicitó depositarlos en recepción para evitar que en ningún momento tuvieran contacto directo entre ellos.

La noticia del brote y sobre todo su origen, una fiesta ilegal en la azotea del Galileo Galilei el sábado de la pasada semana, ha sentado muy mal entre los colectivos de alumnos de la UPV. Marta Gullar Lamiel, delegada de alumnos de la universidad, lamentaba el impacto del suceso en la imagen de la «inmensa mayoría» de los estudiantes, que a juicio de su representante «han tenido un comportamiento ejemplar» desde la vuelta a las aulas. «Estamos orgullosos de la actuación del alumnado. En todo momento han cumplido con la obligación de la mascarilla, la distancia y el gel», destacaba ayer a este diario. «No queremos que esto —en referencia al festejo ilegal— manche el buen comportamiento de la inmensa mayoría. Ha sido una actuación aislada», insistía.

Buen humor pese al aislamiento obligatorio.

En cualquier caso, la representante estudiantil sí quiso marcar distancias con los hábitos y costumbres de este colegio mayor al asegurar que desde el retorno a la presencialidad se hizo «sin problemas a nivel de campus», pero que «estos de las fiestas es cosa del Galileo». Acerca de las posibles implicaciones que pueda tener este brote para las clases presenciales, Gullar asegura que «el miedo a que acabe y volver a las clases online está desde el primer día», si bien admite que actuaciones así «lo agravan». Cabe recordar que el caso puede ramificarse, ya que al menos dos residentes del Galileo son alumnos de Medicina y Veterinaria en la Universidad CEU UCH, por lo que el centro ha confinado por «prudencia» a estas dos clases.

Desde la residencia insisten en que la fiesta no había sido autorizada por la dirección del centro, pese a celebrarse en el ático del edificio, mientras varios alumnos ya admitían el viernes que «hay quien ha hecho fiestas desde el inicio del curso sin parar».