Como es habitual en estos días nuestros gobernantes nos desean prosperidad y felicidad para el próximo año. Pero algunos pensamos que es mejor que no nos quieran tanto, que ya nos encargaremos cada uno de nuestra felicidad, que se limiten a garantizar los mínimos de justicia para alcanzarla. No se trata de desear sino de exigir un 2018 más justo, reclamando que «nuestro» Gobierno central se comprometa a devolver lo sustraído a quienes pagaron los platos rotos de la crisis, a pagar la deuda social que nos debe.

No sean ingenuos, no se crean que la crisis vino porque nos atrevimos a vivir por encima de nuestras posibilidades. Decir eso es puro cinismo. El mal vino de los prestamistas europeos que dieron dinero a mansalva a nuestros bancos y cajas sin controlar sus inversiones. Cuando perdieron su dinero, exigieron su devolución. ¡No haber invertido! Nuestro Gobierno tragó y nos obligó a pagar con dinero público las pérdidas privadas. Para arreglar este desatino forzaron una política de austeridad que aumentó, y lo sigue haciendo, la desigualdad social en España, degradando la educación y la sanidad pública, ignorando a los vulnerables y dependientes, rebajando los salarios y las condiciones laborales hasta la miseria. Que tener trabajo no implique salir de la pobreza, es algo que no esperábamos volver a ver nunca más. A las puertas del nuevo año lo único que tenemos es la carta del rey Montoro exigiendo más sacrificios. El próximo año nos traerá más empleos precarios y mayor austeridad y desprotección. Por supuesto, siempre para los mismos.

*Catedrático de Ética