Conversando con el director del Grupo Escolar de l’Hereu de Borriol, Jesús Albiol, acordamos que impartiría una charlita a los alumnos más mayores, de entre 11 y 12 años, sobre el santo que tanta fiesta estaban celebrando, Sant Antoni. Y el viernes allí estuve cumpliendo con mi palabra. La verdad es que en mi dedicación a la vida educativa, mi experiencia ha estado centrada en personas adultas, bien de bachillerato, bien, mayormente, en universitarios. Pero esto era un reto.

Estar frente a unos 70/80 alumnos de la edad apuntada me generaba cierta inquietud. Pero mis dudas se disiparon pronto: niños y niñas mostraron una predisposición atenta y una actitud encomiable de respeto e interés. Realmente disfruté y entablamos un diálogo que siguió sorprendiéndome por las preguntas y la amenidad de la conversación.

Al término vinieron los aplausos espontáneos, creo yo, y algunos, niños y niñas, se acercaron mientras estaba desmontando los trastos del ordenador y diapositivas que había mostrado. Una niña se me acercó y me dijo: «¿Puedo darte un abrazo?» Quedé sorprendido y perplejo: «Naturalmente», le respondí. Media docena de niños/niñas me dieron un beso. Es el mejor premio de toda mi vida docente. Ahora entiendo que es posible la enseñanza práctica de una filosofía para niños, que estudié teóricamente hace unas décadas.

*Profesor