La economía se recupera y con ella se recupera algo muy nuestro: la vida social. Los bares y terrazas de Castellón tienen motivos para estar contentos. Crean empleo de nuevo. Generan consumo. Colaboran en la recuperación del pulso de una ciudad que estuvo a punto de fallecer.

Pero no todo es alegría. Cuando vuelve la felicidad del gasto regresan con ella los buitres, los infelices con ganas de torcer las cosas.

Esta semana, la Policía Local ha pegado una buena batida por las terrazas, bares y cafeterías del bulevar Vicente Blasco Ibáñez y ha puesto multas como Bud Spencer repartía hostias: a mano abierta. No sé si motivada por la denuncia de algún vecino amargado, como les decía antes, o por el exceso de celo de algún concejal que confunde el orden público con la dictadura del talonario.

Mientras escribo estas líneas me viene a la memoria cierta afirmación de una concejala del Ayuntamiento de Castellón. Hace años dijo que resultaba imperativo que la Policía Local restringiera la ocupación de vía pública por parte de bares y cafeterías, patrullando por ahí, metro en ristre, calculando ocupaciones y recetando sanciones. ¿A ver si va a ser eso?

¿Y si en lugar de dedicarse a multar a los bares limpiaran las palmeras del bulevar? Están que dan asco. Tal vez entonces los vecinos estaríamos más contentos.

*Escritor