Hermano: aunque no lo creas en el interior de nuestra provincia, en lo que se llama la provincia vaciada, en esa parte que no es la costa, hay algún pueblo con su población en recesión, envejecida, que se niegan a que su censo aumente, aunque sea mínimamente. Seguramente estarás sorprendido y creerás que no es posible. Creerás que lo que todo pueblo quiere, esté donde esté, es que haya vida. Que haya una tienda dónde comprar lo básico de cada día. Que haya niños y juventud por la calle, al menos en fin de semana. Que aquellos que son hijos y nietos de los que se vieron obligados a irse del pueblo, a los pueblos y ciudades de la costa, o a Barcelona, puedan volver a sus raíces, y ser recibidos con la alegría de los que se fueron y ahora regresan tras algunas décadas de exilio forzoso.

Pues no es así. Te equivocas. Los cuatro que se quedaron en el pueblo, alguno de ellos amargado hasta lo más profundo de su ser por no haberse atrevido a dar el paso de la emigración, ahora se consideran los dueños del pueblo e intentan vengarse de los que se fueron y quieren regresar. Y se vengan mediante todas las armas legales que tienen en su mano: denuncias penales, empadronamientos a deshora para que no pudieran votar en las elecciones, desempadronamientos ilegales.

Pero parece ser que las cosas van cambiando. Ya no existe la resignación de hace unos años. Tal vez una nueva Diputación cambie nuestro interior de la provincia y trabaje por una provincia «rellenada» y viva, en lugar de por una provincia «vaciada y moribunda». Villamalur ha dado un paso adelante.

*Abogado. Urbanista