La Vall d’Uixó no sería igual sin el agua. Al menos no sería tal y como se conoce ahora, porque su identidad (cómo surgió, evolucionó y se conformaron sus singularidades hasta convertirla en el poble de pobles que reza su eslogan turístico) estuvo condicionada desde su origen al agua y a la relación que históricamente ha mantenido con ella los vecinos.

La geografía urbana de la Vall «responde al trazado de dos acequias», recuerda el director del Centre d’Estudis Vallers (CEV), Nel·lo Navarro. Una, la que conectaba la Font de Sant Josep con el final del municipio. Otra, la que llevaba el agua de la Font de l’Anohueret hasta la plaza de la Asunción. Particularidades tan valleras como la distinción entre el poble de dalt y el poble de baix, el hecho de tener dos fiestas patronales o dos parroquias, cobra sentido si se entiende la intervención del agua.

Tal trascendencia constituye un argumento de peso para convertir al líquido elemento en un ingrediente esencial del patrimonio local. Así lo ha reconocido el Ayuntamiento creando la ruta Camins de l’aigua, que recorre los lugares más emblemáticos de la ciudad. Y así lo refuerza el CEV con su decisión de convertir el 2018 en el año del agua, organizando una serie de actividades y exposiciones que pretenden reivindicar el origen de la Vall, para que sea conocido por propios y extraños.

Además de salidas, proyecciones audiovisuales... también programan tres exposiciones. La primera de ellas ya está inaugurada y puede visitarse en el Palau de Vivel. En ella, pretenden dar relevancia a cómo el agua hizo posibles los oficios que se identifican con esta población. Los ollers, espardenyers, cistellers, agricultores o panaderos no habrían podido desarrollar su actividad, tan intrínseca de la Vall, sin esa materia prima fundamental. Pero si hay un oficio vinculado con la identidad local y que lo distingue de todos los municipios de la provincia es el de barquero.

El emblema de les Coves

«Difícilmente encontraremos otro lugar, que no sea de costa, donde haya barqueros profesionales», asegura Navarro. Y es así por les Coves de Sant Josep, que pueden ser visitadas por miles y miles de personas cada año gracias a quienes dirigen las barcas por el río subterráneo navegable más largo de Europa. Enseña y orgullo local.

Y esta, es solo la primera. La segunda exposición (marzo-abril) se titulará Som riu. «Intentaremos presentar qué es el Belcaire, para muchos como ese vecino de toda la vida del que sabes el nombre y no el apellido». La tercera, conjugará arte y cultura. «Entre 40 y 45 fotógrafos retratarán la Vall vinculada con el agua y otros tantos poetas escribirán lo que las fotos les inspiren». Un trabajo que se publicará en un libro monográfico.

El agua no solo será ese elemento esencial para la vida, sino también la razón de ser de una ciudad que se dibujó como homenaje a su existencia.

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