La semana pasada tuvimos en mi casa un pequeño accidente doméstico que nos obligó a echar mano del seguro del hogar. No fue otra cosa que una fuga de agua lo que obligó a picar el cielo raso y el alicatado del cuarto de aseo, para encontrar el punto por donde las tuberías se habían herido.

Finalmente, todo resuelto, tras no pocos avatares de limpieza (cuando entran albañiles en casa, ya se sabe, por más primorosos que sean, que lo fueron) pero, precisamente, esta avería me da pie para escribir el artículo de esta semana. La palabra alicatar, de uso muy común en la construcción, es una de las herencias que nos dejó la presencia de siete siglos de islamización en España. Procede del árabe hispánico «alqát[a]» y significa corte. La acción de alicatar, asimismo se puede referir como azulejar, es decir cortar o raer los azulejos para así darles una forma que sea conveniente en un espacio establecido para revestir paredes. De todo ello por industria y por construcción por estos lares sabemos bastante. También azulejo proviene del árabe hispano «azzuláyg[a]» y significa barro vidriado, industria que penetró en Europa vía hispánica a partir del siglo VII. Es por ello que la palabra es privativa del castellano y no se encuentra en otros idiomas del continente. Baldosa se emplea como sinónimo, aunque su función es la del revestimiento del suelo no de las paredes y también deriva del árabe «balât» (ladrillo o pavimento), lo que implica a su vez otros sinónimos como solería o jaquelado, término éste último procedente de la misma lengua, aunque esta vez su raíz originaria venga del indoeuropeo, y obviamente está ligado al ajedrez, porque significa rey.

*Cronista oficial de Castelló