Vivimos unos momentos en los que las discusiones se suceden frecuentemente, especialmente las de signo político. Todo el mundo razona y todo el mundo quiere tener razón. La verdad, aquella verdad que tanto preocupó a los filósofos, parece estar de vacaciones. Interesa, en demasiadas ocasiones, el triunfo de la discusión, como en aquel invento que propiciaron los sofistas, la erística, allá por el siglo V a. de C., con el objeto de vencer en las discusiones al margen de la verdad o falsedad de sus argumentos o resultados. Ganar el pleito con independencia de la inocencia o la culpa del sujeto. Ese era su objetivo.

Entre los antiguos hubo excepciones: Platón opone a la sofística la dialéctica, el arte de la investigación y del diálogo que busca el conocimiento de la verdad. Pero otros escriben obras cuyo solo título ya presagia lo peor: Razonamientos demoledores de Protágoras. Pero después de varios siglos, Schopenhauer nos sorprende con la Dialéctica erística o el arte de tener razón. Es un libro maquiavélico, diría yo, en donde ofrece 38 estratagemas para salir victorioso de cualquier discusión. Merece la pena leerlo para no aplicarlo, aunque pienso que alguno de nuestros oradores lo habrá devorado ya.

Mi pregunta es: ¿por qué a los niños no se les instruye en la escuela, ya desde bien pequeños, a argumentar correctamente y dar lecciones a los adultos?

*Profesor