Tras la inmensa rabia, asco y repulsa del atentado terrorista de Barcelona-Cambrils llega el momento de la reflexión. A mi parecer ha habido mucha chapuza, partiendo de que los yihadistas son los únicos y totales culpables que se merecen ir a encontrarse con sus 72 vírgenes o a pudrirse en el infierno que es donde irán. Su primera chapuza fue convertirse en asesinos, con esta causa propia de cerebros lavados. Otra fue la afortunada explosión del chalet de Alcanar que evitó males mayores.

Luego están nuestras chapuzas. No entiendo que la lucha antiterrorista no esté unificada o al menos perfectamente coordinada. Otra es el uso torticero que los politiquillos independentistas han hecho del caso, como la miserable separación de muertos «catalanes» y «españoles». Chapuza y gorda es que explote el chalet, no se deje entrar a la Guardia Civil, no se investigue convenientemente y se ignore a la jueza que apuntó que pudiera ser terrorismo.

Igual que lo es que, a pesar de las advertencias del Ministerio del Interior, no se pusieran bolardos porque la señora Colau no quiso. Chapuza es que una cédula de 12 terroristas musulmanes pase desapercibida y ocupe un chalet impunemente. Que el imán de Ripoll, expresidiario, con aviso de las autoridades belgas, campe a sus anchas y se libre de una orden de expulsión de España porque el juez dice que no es peligroso. Chapuza es que tras el recorrido asesino de la furgoneta islamista se escape el conductor y que se puedan saltar todos los controles. Más responsabilidades y menos medallas. Hay que sacar lecciones por nuestra seguridad.

*Notario