El tren de alta velocidad que une Castellón con Madrid es el tren de la vergüenza. Recuerden, queridos lectores, que cuando se inauguró la línea ya sufrimos retrasos y vaivenes a cuenta de un tercer hilo que no resultó la solución más adecuada. Y estando en esas nos pasó desapercibido otro gran drama. El caso es que el tren en sí, la locomotora y sus vagones, no era nuevo. Ni siquiera era de este siglo. Se trataba de uno de los convoyes que hicieron la línea Madrid-Sevilla allá por los años 90. Un tren de saldo. Una antigualla, vamos.

Bien, el caso es que hemos llegado a una situación límite. Ese tren da asco. Los pestillos de los retretes no cierran, las cisternas no funcionan de manera correcta y los lavabos se convierten en un estercolero a los pocos minutos de iniciar el viaje. La locomotora sufre lo indecible para ponerse en marcha, como comprobamos el pasado 22 de enero.

A LA IDA partimos con retraso porque no cuajaba la corriente eléctrica. A la vuelta ocurrió lo mismo por «problemas técnicos». Llegando a Requena el tren no aguantó más y se detuvo en medio de ninguna parte por otra avería. El calor en los vagones era para mear y no echar gota. La información a los pasajeros, lamentable, y así, sin dejar de sorprendernos, acabamos llegando a nuestro destino con retraso y hastío.

*Escritor