Un domingo gris, tedioso. Una pareja —ella profesora, él ejecutivo— acaba de almorzar y, fregados los platos, él suelta en un tono ligero: «Pasan la última de Bergman en el (cine) Ritz… ¿Te enfadas si voy esta tarde?» Ante el espeso silencio de ella, el compañero remata: «¿De qué sirve quedarse los dos a cuidar del pequeño?».

La escena sucede en una novela que la francesa Annie Ernaux escribió hace 35 años, pero cuya lectura aún parece vigente a tenor del barullo suscitado en torno al bebé de la diputada podemita Carolina Bescansa. En efecto, llevarse a un niño de teta al Congreso fue un numerito, puro postureo, como en su día también lo fue que la ministra de Defensa Carme Chacón visitara a las tropas en Afganistán con un bombo de siete meses. Una foto cara a la galería, sí, pero a veces conviene meter el dedo en la llaga.

Lo malo es que mañana, asentada la polvareda, seguiremos quedándonos en la cáscara, en el mero ruido, sin incidir en el meollo del asunto. ¿Es factible la conciliación de trabajo y familia en la España de hoy?

Igualdad sería que causara risa el pasaje de la novela cuando la protagonista llega a una conclusión cínica: «El matrimonio consiste en eso, escoger entre la depre de uno u otro. Además, era evidente que mi lugar estaba junto a mi niño, y el suyo en el cine, y no al revés». La mujer helada se titula, y acaba de publicarse por primera vez en castellano. H