Pablo Casado está de oferta, ahora que se vislumbran en el horizonte otras elecciones generales. Si nadie lo remedia. El líder del PP ha vuelto a proponer una especie de gran coalición de su partido con Ciudadanos y con Vox para evitar una nueva derrota electoral fruto de la fragmentación de la derecha. Casado sabe que las posibilidades de éxito de esta oferta son nulas, pero él lo hace porque otra debacle agudizaría sus problemas internos y porque sabe que por sí solo, y con Unidas Podemos de capa caída, él no puede superar al PSOE.

Parece un plan surrealista, el de unir preventivamente a Ciudadanos con Vox, viendo lo complicado que ha sido pactar a posteriori, cuando ya sumaban en ayuntamientos o comunidades autónomas. Y además, ¿con qué programa se presentarían? ¿Y cómo podrían garantizar a sus votantes que después se iban a respetar sus respectivas propuestas? En caso de ganar, y que Casado fuera presidente, ¿haría ministros a Albert Rivera y a Santiago Abascal? ¿Qué gobierno sería ese, si lo que quiere por encima de todas las cosas el líder de Ciudadanos, como Pablo Iglesias, es ocupar el puesto del que le nombra?

Este país no está preparado para coaliciones de ese calibre, aunque ellos digan que sí. Todos quieren tener su parcelita de liderazgo. Por eso ahora estamos como estamos. Pero, además, ¿cómo pretende Casado poner de acuerdo a tres formaciones políticas, cuando él no es capaz ni de domar a los suyos?

El presidente del PP vasco ya ha dicho que le parece inviable. Y el líder gallego, Núñez Feijóo, ha asegurado que ve bien la propuesta, pero para otras partes de España. En la suya, no.

*Periodista