A veces, un comentario intrascendente revela más de una persona --en este caso de un dirigente político-- que una profunda reflexión. En una entrevista del diario conservador La Gaceta con el presidente de Vox, Santiago Abascal, la periodista inquiere por la imagen que sus hijos tienen de él. Las respuestas son significativas. El pequeño, cuando ve un símbolo de un «tipo fuerte», lo señala y dice «papá». El hijo mayor «ya está en plan competencia» y su obsesión es subir más rápido el monte que su padre. Y las niñas: «Me tienen en un pedestal».

TODOS los que tenemos hijos recordamos las fases de imitación, de competencia o de admiración. Otra cosa es el valor que le damos a esos sentimientos frente a otros. Cariñoso, bromista, riguroso, ausente… De todos los calificativos, Abascal subraya el valor de la fuerza en los niños y de la idolatría en las niñas. ¿Casualidad? Puede ser, pero cuando en su programa electoral se aboga por la «supresión de organismos feministas radicales subvencionados» parece que la cosa va más de la simple causalidad.

¿Cuáles deben de ser los organismos feministas radicales para Abascal? ¿Los que tratan de combatir la violencia machista? ¿Los que luchan por la igualdad? ¿Los que batallan por una sociedad en la que no se discrimine por la identidad de género o la orientación sexual?

CUESTA SABER cuáles son las brujas que deben ir a la hoguera, pero está claro cuál es el organismo machista radical. El mismo partido ultra que la derecha observa/imita.

*Periodista