Un centenar de collas participaron ayer en la ya tradicional Mostra Gastronómica que organiza la Federació de Colles. Buen yantar para una jornada de convivencia y hermandad en la que saborear los más diversos platos. Si la máxima evangélica habla de «dar de comer al hambriento», el Segon Molí se transformó en una multiplicación bíblica no de panes y peces, sino de fogones y parrillas, paelleros, pucheros y cacerolas para saciar el hambre de 2.500 personas en el arranque del final de los festejos magdaleneros.

Una fiesta completa que se iniciaba con los preparativos de improvisados chefs, que iban a elaborar las más diversas combinaciones y sabores. Gastronomía popular en estado puro.

La Colla Uni-k se atrevió con un costillar, como si estuviera en la pampa argentina con espetón giratorio incluido. Los miembros de Els Fartonets arramblaron con un arrós de calçots con productos naturales, de la tierra, para hacer las delicias de los comensales. Por su parte, la Colla Cagarrós improvisó sobre los arenales de la explanada del Segon Molí un tombet de porc senglar que sería degustado por una treintena de miembros del colectivo.

Por su parte, El Farolet no dudó en cocinar un tombet de cordero, y una engravà la Colla L’Olla, elaborada por Florentino Blasco, quien, solo ante el peligro, fue preparando los ingredientes y asumiendo su responsabilidad culinaria para alimentar a 15 personas. La colla A casa no optó por una caldereta de vedella con Delfín Meliá como jefe de cocina; y también de vedella, pero en su variedad de tombet con patatas y alcachofas, propuso El Garito, cocinado por Isaac Rodríguez con su hijo Antonio como pinche.

Y más, muchos más platos. Como el pollo y conejo al ajillo, de Sargantana; huevos rotos con jamón de Chorlicolla, torrà de carn, de Qué; rape con salsa de almendras de Quatre gats...

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