El pasado jueves Mario Draghi anunció nuevas medidas de estímulo a la economía de la zona euro encaminadas a dotar de mayor liquidez al sistema e intentar lograr, de una vez por todas, que fluya el crédito hacia la economía real. Las medidas han resultado ser más ambiciosas de lo esperado. Entre ellas, destacan tres: la rebaja del tipo de interés en la eurozona al 0% (ya descontado por los mercados, el euríbor a 1 año cotiza en negativo), un incremento importante en el compromiso de compra de deuda soberana, el famoso QE -Quantitative Easing-, que pasa de 60.000 millones de euros mensuales a 80.000 e incluyendo, como novedad, la compra de bonos privados de empresas. Resulta revelador que los mercados acogiesen estas medidas con incertidumbre, no en vano las bolsas iniciaron la jornada con fuertes subidas que rápidamente fueron corregidas a la baja, de manera que la sesión terminó, en el mejor de los casos, igual que había comenzado.

Y es que, ya lo apuntábamos en una columna anterior, no se trata tanto de un problema de oferta monetaria sino de demanda. La coyuntura económica genera serias dudas sobre su recuperación y en este entorno resulta muy complicado para las entidades de crédito realizar operaciones con un nivel de riesgo aceptable. Como decía John Maynard Keynes: “Se puede llevar un caballo al río, pero no obligarlo a beber”.

Lo que revela este nuevo intento por impulsar la economía es precisamente eso, la necesidad de más estímulos de política monetaria que vienen a maquillar el principal problema de base: la absoluta necesidad de acometer reformas estructurales en las diferentes economías de los Estados miembros. Esto es, sin duda, lo que más temor genera en los mercados. H