Mañana es la festividad de Todos los Santos o de Halloween (snobismo anglófono). Uno que sigue fiel a esa tradición, por respeto a una memoria histórica con más de 17 siglos de antigüedad, la utiliza como coartada para recordar el primitivo cementerio de nuestra ciudad, ubicado en la plaza Mayor aproximadamente desde el lugar donde hoy se encuentra la fuente hasta la parte trasera del edificio municipal.

El hecho de que el camposanto estuviera en el centro del pueblo planteó no pocos problemas, como la falta de salubridad, la constante reparación de las paredes, el desenterrado de los huesos por los perros y la merma de espacio útil en la «plaça Vella». La ciudad crecía y cada vez era más difícil encontrar espacio para los enterramientos, sobre todo en las pestilencias como las de 1420-21, 1427 y 1435 que generaron un overbooking de cadáveres. Así que se tuvieron que adquirir patios y derribar casas aledañas para ampliarlo.

En los siglos XIV y XV menudean las disposiciones del «consell» para buscarle un nuevo emplazamiento, pero por un extraño fario, el cementerio seguía en su lugar, por los siglos de los siglos, puesto que no se trasladó hasta 1803. Los vecinos hubieron de asumir la presencia de las tumbas de sus antecesores, en el corazón mismo de la población, con una acostumbrada naturalidad. Siniestro de verdad. De hecho, muchas de las estelas de piedra de las sepulturas, fueron utilizadas para la reconstitución de la iglesia mayor y el recinto del camposanto, como almacén para el mercado semanal del lunes.

*Cronista oficial de Castellón