El viernes de la semana pasada, dio comienzo la edición número 50 del Festival Internacional de Guitarra de Benicàssim que honra a la figura del autor del Capricho árabe. Medio siglo de brillante actividad artística del certamen más antiguo del mundo en su especialidad y, asimismo, uno de los más prestigiosos si no el que más, que ha encumbrado a muchos instrumentistas que hoy actúan en las salas más importantes del planeta y que ha sentado como miembros del tribunal calificador de las actuaciones, a nombres míticos de la música.

Un evento artístico de esta categoría no es sino el resultado de una dedicación, un interés y un esfuerzo que hay que reconocer en personas que se han desvivido por él desde su origen. Y si a él vamos, entre muchos, el nombre Leopoldo Querol emerge por derecho propio. Al eminente pianista se debe el impulso originario y la reputación del concurso, entre otros factores, al contar con una serie de grandes amigos que prestigiaron sus primeros años al formar en el jurado. Nadie me lo contó. Lo vieron estos ojos que se tiene que tragar la tierra y que ahora contemplan la pantalla del ordenador. En el emparrado de Villa Manuela departían figuras de la talla de Narciso Yepes, Joaquín Rodrigo, Moreno Torroba, Ernesto Halfter, Alirio Díaz, Sainz de la Maza… Hitos irrepetibles. El certamen estaba constituido en tres lustros, cuando una joven y aficionada ilusión, la de Domingo Tárrega (sin que la coincidencia del apellido suponga parentesco) se ocupó del mismo hasta el presente, sin regatear esfuerzos, para mantener, y aún incrementar, el renombre alcanzado. H