Ya habrá adivinado el lector de este artículo que el título del mismo es un préstamo de Ortega, entresacado de su obra ¿Qué es filosofía?, si mal no recuerdo. Y se refiere a la oscuridad con que muchas cuestiones se formulan y a la claridad que el actuante debe prestar para hacer más inteligible lo que se dice o defiende. La eterna lucha entre luz y oscuridad.

Ahora bien, la claridad es no solo cortesía del filósofo, sino de todo ser humano. Sin embargo, como hace el calamar, en demasiadas ocasiones suelta la tinta y enturbia, oscurece, aquello que llamamos «verdad». «¿Y qué es la verdad?», preguntaba Pilato a Jesús sin esperar la respuesta, por miedo o por indiferencia o por no rectificar la sentencia o como simple estrategia.

Pues la verdad, siendo una, aparece, a veces, como poliédrica. A mí me encanta la filosofía de Heraclito (ahora dicen que no lleva acento) sobre todo cuando concibe la verdad como «desvelamiento» --quitarle el velo--, alejando al calamar con su tinta y despejando el camino. Es la «alétheia», el des-ocultamiento del ser, des-velar.

NO OBSTANTE, vemos con cierta desazón el juego dialéctico mediante el cual se prefiere la oscuridad a la luz. Unos hacen uso de los bastones de los ojos --según recordamos del bachillerato--, responsables de la visión nocturna y periférica, pero no son capaces de proporcionar una visión detallada. Y los conos, con una mayor agudeza visual, se olvidan. Moraleja…

*Profesor