Dice un proverbio italiano aquello tan conocido de traduttore, traditore (traductor, traidor). Una forma de degradar la difícil tarea de un traductor de buena fe. Traducir es, a veces, traicionar el pensamiento, el texto, en este caso, el original. Cuántas veces leemos en la prensa, escrita en castellano, lo de “valencianoparlante” cuando en realidad, dicen los lingüistas, es preferible optar por el término “valencianohablante” --aunque ambos sean correctos--, en alusión al habla y no a la parla (esta última es, según dicen, una expresión que se refiere a hablar mucho y sin sustancia).

Sin embargo, cuando el asunto adquiere un carácter oficial --como es el caso que vamos a referir-- la traducción de un término técnico puede ser conflictiva, e inducir a perplejidad. Hay un texto que acaba de aparecer publicado en un órgano oficial en el que, parece, se ha producido un error de traducción del castellano al valenciano. Dice así: (autorizar) “el plan de estudios conducente a la obtención del título (…) en la especialidad de interpretación, itinerario Llave”. En el original valenciano, la palabra “Llave” se sustituye, correctamente, por “Clau”, es decir, el instrumento conocido en castellano como clave o clavicémbalo. Esto sí es una gran traición del traductor, pues da opción a cerrajeros en lugar de clavicembalistas. La justificación es obvia: errare humanum est. ¡A la cárcel de papel! H