Inesperado y sorprendente. Así pueden calificarse sin lugar a dudas los resultados del plebiscito celebrado en Colombia el pasado domingo en el que el 50,23% de colombianos votaron no al acuerdo de paz suscrito entre el gobierno y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia.

El actual presidente colombiano, Juan Manuel Santos, decidió, pese a no ser un trámite obligatorio para la firma del acuerdo, consultar a la ciudadanía y dotar de mayor legitimidad al proceso de paz.

Esta decisión suponía, de hecho, una firme apuesta del presidente que convertiría la votación en un hito histórico para la sociedad colombiana y que, de haberse producido otro resultado, le habría postulado como un firme candidato al Nobel de la Paz. Pero la apuesta, como hemos podido ver, era arriesgada. El pueblo ha dejado al actual presidente en una situación comprometida.

La sociedad colombiana no parece estar dispuesta a perdonar y aceptar las condiciones del acuerdo pactado, asumir que los mismos guerrilleros que han cometido miles de atentados y sembrado el terror y la muerte entre la sociedad van a ser objeto de un proceso de reinserción civil cobrando, además, un subsidio por parte del Estado. Es demasiado difícil de digerir para un país largo tiempo inmerso en un conflicto armado. Qué duda cabe que en aras de la prosperidad y el bienestar de la ciudadanía, la firma de la paz marcaría un hito definitivo; pero también es cierto que 50 años de conflicto y más de 220.000 muertos no merecen ser olvidados ni tampoco, parece, perdonados. H

*Director del CEEI