Un buen día te levantas y te das cuenta de que tu cuerpo solo es el recipiente que habitas. No sabes cómo ha sucedido, mucho menos por qué te está pasando a ti, pero es una realidad de la que no puedes desprenderte. Caben diversos diagnósticos, algunos más temidos que otros. A Juan López un especialista le confirmó que, a pesar de sus 36 años, no cabía duda alguna, el dolor y el entumencimiento de sus brazos era un síntoma inequívoco del párkinson.

El temblor es la evidencia más superficial. A ojos de cualquier observador ajeno, el párkinson se limitaría a eso, a temblar, pero esta dolencia es mucho más y el sufrimiento físico silencioso es el castigo más pesado para quien no tiene más remedio que asumir el sacrificio impuesto. Es lo que pasa con la mayor parte de las enfermedades, en especial las degenerativas, las que solo tienen un camino, la degradación paulatina.

Juan es entrenador de balonmano. La enfermedad que le diagnosticaron en el año 2013, a pesar de estar avanzada, no le ha arrebatado una pasión que se ha convertido en razón de ser. Mejor ejemplo de inclusión sería difícil encontrar en el mundo del deporte, en el que la parte física es la esencia que lo mueve todo. Pero es que la cabeza de Juan no tiembla ni se doblega ante el dolor. La mayor parte del tiempo es el compromiso adquirido consigo mismo, aunque hay procesiones que van por dentro y la suya es un desfile agónico que solo la medicación puede moderar.

Apoyo de la asociación

Eludir la dureza que requiere hablar de la enfermedad no cambia nada, pero sí puede ayudar a comprender situaciones que se ven lejos, como si algo así nunca pudiera llegar. Pero sucede. A Juan le sucede y a muchas personas que reciben el apoyo integral de la Asociación de Enfermos de Párkinson de Castellón. «Hacen muy buena labor», asegura, al tiempo que reivindica la necesidad de «una mayor difusión».

Juan, con el valioso apoyo de su mujer, trata de no dar vueltas a su situación, porque la parte más complicada de su vida, hoy por hoy, no es recrearse en lo que no puede hacer, sino combatir el dolor y no perder la cordura, el camino más fácil, el que todos comprenderían. Da por hecho que es un hombre valiente. No tiene más opciones.

Después del alzhéimer, el párkinson es una de las enfermedades con más incidencia. «Cada vez hay más gente joven», asegura Juan López, y no con la intención de atemorizar a nadie. Solo visibiliza una realidad que forma parte de esta sociedad y no es una página que se pueda pasar, sin más.