Confiar, un verbo cuya conjugación parece carecer de dificultad gramatical. Pero cuando nos introducimos en su significado, la cosa cambia. Según el Diccionario es «esperar con seguridad y credulidad que algo suceda o que alguien se comporte como se desea». ¡Menuda dificultad! Confiar en el otro, en los otros. El ser contemporáneo, se dice, ha perdido el «yo» porque, en realidad, ha perdido el «tú» y por esto no es capaz de hallar el «nosotros» y le resulta difícil confiarse en el otro. Como decía Machado: «Con el tú de mi canción/no te saludo, compañero;/ese tú soy yo». Y en este reconocimiento radica la dificultad o la facilidad en poder confiar.

Esto me recuerda el transformismo del dios Zeus: se convierte en toro para raptar a Europa; se torna lúbrico cisne para poseer a Leda; se transforma en finísima lluvia para gozar de la virginidad de Danae. Vamos, que uno no puede confiar en absoluto en el transformista convertido en dios. Lo malo es que Zeus ha tenido muchos epígonos que intentan emularle en otros sentidos, sobre todo en los económicos y con otras formas de seducir no pensadas por él. Y, como me decía el filósofo Carlos Díaz en una inolvidable conversación: «hay una diferencia entre lo que se dice y lo que se dice que se hace, y lo que se hace que se dice que se hace…» Pero hay que aprender bien a conjugar el verbo confiar; nos interesa vitalmente.

*Profesor