Hace un par de semanas hablábamos de la desvergüenza de algunos ministros que ante su salida a Europa afirmaban que no eran políticos, solo tecnócratas. Debe haber cundido el pánico en el Parlamento Europeo pues más de cuarenta eurodiputados de todos los países han enviado una carta al presidente advirtiendo de las vinculaciones de nuestra ministra de Agricultura con la industria de fertilizantes. Ahora ya no son los fondos de inversión. Mira que le gusta a nuestro Gobierno poner el zorro a guardar las gallinas.

Un conflicto de interés se produce cuando se confunde el interés general con el interés particular, sea de una persona, un partido o una empresa. Es decir, cuando los intereses generales, se entiende de todos los ciudadanos, presentes y futuros, se ponen al servicio de los intereses particulares, afectando al juicio independiente y a la toma de decisiones. Por eso, en todos los ámbitos, más aún en el gobierno, se debe evitar cualquier situación que los permita. La integridad de la acción y de la persona se pone en duda, se genera desconfianza primero, indignación después.

La ministra de Agricultura llegó al cargo desde la empresa más importante de España, por no decir de Europa, productora de fertilizantes. España, en contra de la UE, se opone a que la nueva regulación baje los niveles de Cadmio, compuesto cancerígeno donde los haya, porque si así fuera, dice sin vergüenza alguna, nos sacaría del mercado. La pregunta es a quién, ¿a nuestra salud? ¿A la de nuestros hijos y nietos? Se refiere, por supuesto, a la industria agroquímica. Más claro, agua.

*Catedrático de Ética