Un buen amigo, venido de una lejana región, se asentó en nuestra provincia e inmediatamente emprendió una metódica exploración por los pueblos que la integran. Quedó fascinado, así me lo dijo. Hasta tal extremo se encariñó que a su hija le impuso el nombre de la virgen del santuario de la Balma.

Uno, que se precia de haber recorrido buena parte de la geografía provincial, se sorprendía de los conocimientos adquiridos por este buen amigo. Y, sobre todo, del amor que les profesaba.

Esta semana última, el periódico Mediterráneo publicaba Racons de Castelló (debería haber dicho «Castelló de la Plana», que es el nombre legal de la provincia… aunque les cueste creerlo). Es una pequeña muestra de nuestros pueblos con rincones típicos desconocidos para muchos ciudadanos.

Hoy debería insistirse en el conocimiento de sus valores, no solo arquitectónicos, sino también costumbristas, festivos, religioso-populares, históricos, etc. Y hacerlo ya desde la escuela. Pues bien haríamos en seguir el dictado de san Agustín: «Dilige et quod vis fac», ama y haz lo que quieras en el sentido de que conocemos en la medida que amamos. O viceversa.

ES BIEN CIERTO que no se puede amar aquello que no se conoce. Y actualmente tenemos a nuestro alcance medios más que suficientes para conocer nuestro acervo identitario (con permiso de la Academia), ya sea de una manera virtual, presencial o por la combinación de ambas. Y amarlo como bien cultural de un inapreciable valor.

*Profesor