Se ha perdido en Castellón el 34% de la cosecha de clemenules, el resto ha sido mal pagada, por no decir regalada. La salvaguarda ante la importación es importante, pero la responsabilidad por esta situación no hay que buscarla muy lejos. Recuerden que responsabilidad viene de responder, de justificar ante los demás lo que hacemos o dejamos de hacer.

La crisis citrícola que estamos viviendo supone la asfixia de la citricultura, una cultura en la que hemos crecido, ha dado sentido y alimento a nuestras vidas. Vemos a los agricultores reclamar dignidad en las calles, ante lo que sienten ya como una muerte anunciada. Pensando en los responsables, aparecen el exceso de producción y, en especial, las importaciones de Sudáfrica en plena campaña. La culpa, como siempre, la tiene Bruselas, también Madrid si gobiernan los otros. Pero poco se dice de la lluvia de denuncias que los agricultores, los que pierden, han presentado ante los tribunales por incumplimiento de contratos, impagos y destríos abusivos, según la Asociación Valenciana de Agricultores. Ya no solo es la venta a resultas, es la recogida selectiva y los precios miserables. Se habla ya de la impunidad con que actúan determinados operadores comerciales. No todos, pero sí algunos almacenes y comercios hacen su agosto.

Entrar en el supermercado de una gran superficie y ver el quilo de naranjas de Sudáfrica a tres euros, mientras estás pagando por tirar al suelo las tuyas, indigna. Pero la indignación lleva a la rabia cuando lees en la misma etiqueta el nombre del almacén que las ha comercializado: es nuestro vecino. Con esta cultura pronto dejaremos de cultivar.

*Catedrático de Ética