Quienes leen habitualmente esta columna saben que no me duelen prendas a la hora de criticar la animadversión que los políticos del Cap i Casal le tienen a Castellón. Fueron especialmente lamentables los periodos de Eduardo Zaplana y Francisco Camps, aunque parece que les ha salido un serio competidor.

La consellera de Sanitat, Carmen Montón, quiere hacer carrera política. Quiere ser alguien que pase a la posteridad. No se conforma con su puesto en la Generalitat. Quiere ser ministra en un improbable gobierno de Pedro Sánchez. Y si para ello tiene que dar un puñetazo encima de la mesa, lo dará. Si tiene que obtener una clara victoria política, en campo que sea, la obtendrá. Y en ese sentido ha elegido como terreno de batalla el Hospital Provincial de Castellón.

Que la consellera no haya pagado aún el acelerador que tanta falta hace a esta provincia no es casualidad. No lo ha hecho porque en realidad no quiere pagar nada, o casi nada, que tenga que ver con el Hospital Provincial. Anhela desmantelarlo. Reducirlo a su mínima expresión y derivar a los pacientes a la nueva Fe. Su niña bonita.

De nuevo, un político valenciano ha escogido la senda de la denigración a Castellón. Del menosprecio a las comarcas del norte. Y de nuevo somos todos los castellonenses quienes saldremos perdiendo. A no ser que plantemos cara. H