Hermanos: como uno no puede evitar tener la cabeza de urbanista, me es inevitable pensar que cada cosa debe estar en su sitio. Las zonas residenciales, en su sitio. Las fábricas en el suyo. Y los cementerios y lugares de culto, en los lugares que se determine para ello.

Llegados a aquí cabe preguntarse si una cruz debe estar en un espacio público (es decir, un espacio de todos, tanto de católicos, evangelistas, musulmanes o de los ateos). No es una cuestión de molestia, porque a mí, la verdad, no me molestan los símbolos religiosos en absoluto. Es una cuestión de orden.

La operación que se realizó hace unas décadas en muchos ayuntamientos transformando las «cruces de los caídos por Dios y por España», en «cruces por la paz» y denominaciones similares, fue una buena estrategia. Pero la verdad es que aquellos que sabíamos quién y porqué las habían puesto allí, en el centro de la ciudad, en una plaza que muchas veces se llamó como la cruz, más que una satisfacción era un engaño (piadoso y con buena intención, pero un engaño, al fin y al cabo).

Por eso creo que las cruces es bueno que existan, pero en su sitio: en las iglesias y en los cementerios. Y en los espacios públicos, en el ágora, mejor poner monumentos que nos unan.

Pero entre la piqueta demoledora y el traslado a un lugar más adecuado, yo votaría por lo segundo y aprovechar una operación profunda de maquillaje que transforme esas moles de piedra en cruces de reconciliación en el cementerio católico o dentro de la iglesia. Y que pase a ser un verdadero monumento de paz entre vecinos. Amén.

*Abogado. Urbanista