En las procesiones de la pasada Semana Santa castellonense, como es habitual, vimos a los componentes de las diversas cofradías penitenciales revestidos con sus enmascaradas vestas, rematadas con sus caperuzas cónicas, acompañando a los pasos de devoción popular

Esos enlutados atavíos exhibidos por los cofrades penitentes en los desfiles religiosos, son conocidos popularmente en Castellón con el singular, específico y característico apelativo vernáculo de «cuquerolles». Esta forma dialectal, como hemos significado, es exclusiva y privativa de la ciudad de Castellón según manifiesta el «Manitú» Alcover. Su origen no es sino una metátesis de «cucurulles», plural femenino del catalán «cucurull» que, como es sabido, significa «cucurcho», en referencia al apuntado capirote que remata el atuendo. El origen de «cuquerolla» proviene, en último extremo, del latín cuculla, como referencia a la túnica o ropa exterior vestida por varios religiosos monacales, muchos de los cuales llevaban capucha, (mentada en castellano como cogulla) que en ocasiones era empleada como depósito de enrollados pergaminos por aquellos que se dedicaban a la docencia.

EL IRÓNICO e ilustrado escritor costumbrista Francisco Ribés escribió una poesía humorística y ocurrente, de jocosa mordacidad social, dedicada «a una cuquerolla», en la revista de Castellón de marzo de 1914, escrita en un valenciano poco correcto, teniendo en cuenta que la lengua vernácula no estaba aún normativizada por les Normes de 1932.

*Cronista oficial de Castellón