El presidente de la Diputación de Castellón, José Martí (Sueras, 1965) confiesa que le hubiera encantado ser central del Barça pero que es afortunado por haber ejercido la profesión «más bella del mundo», enseñar filosofía, y reconoce su debilidad por la paella, «una conquista fundamental del espíritu humano».

-¿Qué puede aportar la filosofía a una institución como la Diputación?

--La filosofía siempre aporta, aunque a veces no lo parezca: logos, racionalidad, sentido de la medida, reciprocidad, reconocimiento del otro, empatía, diálogo… La razón es dialógica, viene y va, no se estanca, no se encierra, no se bunkeriza. Eso hace falta en la Diputación y en la política en general.

-El filósofo alemán Peter Sloterdijk reivindicaba en una conferencia la opinión de Nietzsche de que la filosofía es «el intento incansable de dañar la estupidez». ¿La definiría usted así?

--Fui nietzscheano de joven, después me hice kantiano. Nietzsche es dinamita, él mismo lo decía. La definición de Sloterdijk me parece excelente, el problema es que siempre pensamos que los estúpidos son los otros. A los del gremio siempre nos parece que hay poca filosofía. Después de las reformas y contrarreformas no ha quedado del todo mal. La cuestión es que no solo debería estar en Secundaria, sino en la vida. Hay pocos filósofos en el debate público.

-Es usted un gran aficionado a la lectura, ¿qué esta leyendo ahora?

--Toda la vida he esperado el verano para leer compulsivamente. Disfruto mucho con los romanos de Posteguillo y estoy con Julia. Voy a devorar la reedición de las Armas y las Letras, del maestro Trapiello, y Eliseu Climent me ha regalado Gregori Mayans i la cultura de la I·lustració, un clásico de Vicent Peset.

-Si cogiera un avión, ¿dónde iría?

--Aunque la pregunta invita a irse muy lejos, yo me quedaría en Europa, en la entrañable y vieja Europa y visitaría Cracovia. He estado varias veces con intercambios escolares, pero me gustaría recorrerla con el amor de mi vida, María Amparo, my wife (risas).

-¿Algún secreto inconfesable?

--Una buena paella me parece una conquista fundamental del espíritu humano y, aunque me encanta el aceite de oliva, me repelen las aceitunas.

-Su carrera ha ido evolucionado desde la docencia hacía la política. Si pudiera empezar de nuevo y elegir una nueva vida profesional, ¿elegiría lo mismo?

--¡Da capo! ¡Que se repita!, gritaba el Nietzsche vitalista. Yo no llegaría a tanto y de joven me hubiera encantado ser defensa central del Barça (risas). Pero he tenido la suerte de ejercer la profesión más bella del mundo, la de enseñar.

mediterraneo@elperiodico.com