Dos buenos amigos me comentaron, por separado, que estaban algo disgustados pues sus hijos habían abandonado la Universidad para alistarse en la Fuerzas Armadas. La casualidad quiso que sendos vástagos optaran por una salida laboral distinta a la que sus progenitores habían ideado. Los dos querían volar.

José y Tomás, mis amigos, que ni se conocen ni tienen grandes vínculos entre sí, más allá de la amistad de este humilde juntaletras, se mostraban abiertamente contrariados. Les hubiera gustado tener un abogado en casa, o un ingeniero, o un médico, o un arquitecto, por ejemplo. Sin embargo sus hijos quisieron volar. Me refiero a que los dos se alistaron en el Ejército del Aire, y hoy, pasados los años, uno pilota un F-18 Hornet, el cazabombardero estrella de las Fuerzas Armadas españolas. Y el otro pilota un helicóptero HU-21-Superpuma.

Los dos han cumplido su sueño. Vuelan. Y no solo físicamente. Su ilusión, su imaginación y ambición también volaron. Sin dejarse arrastrar por convencionalismos.

Muchas veces, sin darnos cuenta, tratando de llevar a nuestros seres queridos por el buen camino, por lo que nosotros consideramos el buen camino, no hacemos otra cosa más que cortarles las alas. Abogo por que dejemos que la imaginación, la ilusión y los sueños nos guíen de vez en cuando.

*Escritor