Sentado en un banco frente a la puerta de unos grandes almacenes contemplé a una señora que iba perdiendo los paquetes; me levanté y le ayudé y ella agradeció el gesto. Me volví a sentar para reflexionar sobre esa situación. Y recordé la fábula del sabio budista, relatada por Savater. Pregunta el sabio al discípulo: «¿Qué te gusta más de esta habitación?». «Esa copa de oro», respondió. «Pues tómala, es tuya». «Y algo más?», volvió a preguntar. «Sí, esa figura de marfil». «Pues tómala, es tuya». El discípulo, diligente y pragmático, la cogió, y esta vez preguntó él: «¿Y ahora…?». «Ahora --dijo sonriente el sabio-- ahora ráscate la nariz sin soltar nada». El discípulo se dio cuenta de la imposibilidad de hacerlo, pues tenía las dos manos ocupadas: «¡No puedo!». Los objetos le habían atrapado. El tener se había adueñado del ser. La frustración le invadía y le hacía infeliz.

Josep Muñoz transcribe un pensamiento del rey y filósofo chino Liu An que dice algo así como que «las personas no usan el corazón para disfrutar de las cosas, sino que usan las cosas para regocijar el corazón». Por eso, las personas son infelices, pues la felicidad no está en poseer muchas cosas, sino en ser persona. Si uno se empeña en obtener posesiones acabará convirtiéndose en un objeto más. Es la obsesión por tener y consumir en lugar de ser. Vamos demasiado cargados y se nos cae todo al salir de la tienda.

*Profesor