Leía estos días una noticia de EEUU que explica muy bien el malestar que sentimos ante la situación actual de nuestras democracias. Desde el 2009, el país no ha dejado de crecer, 121 meses de bonanza económica sin igual y con pleno empleo. El resultado final de tanto crecimiento ha sido, pásmense, ¡el aumento de la desigualdad! Les paso la pregunta: ¿es esto desarrollo?

Decíamos la semana pasada que la democracia no consiste solo en depositar un voto cada cuatro años, sino en participar allá donde tengamos poder o influencia. Ya hace mucho tiempo que los clásicos de la teoría democrática nos avisaron de la relación existente entre las condiciones económicas y las posibilidades reales de participar de manera efectiva en las decisiones que nos afectan. La igualdad y las condiciones de justicia no están fuera de la democracia. Son, junto con la libertad, los pilares básicos del sistema.

La indignación que provoca la exclusión y la pobreza no solo ha dado lugar a un movimiento de protesta. El aumento de la desigualdad está siendo hoy uno de los factores más importantes para explicar el auge de los populismos de extrema derecha, así como la nueva legitimidad de las autocracias. Es decir, de la desaparición de la democracia tal como está definida en nuestra Constitución. ¿Tan difícil es ver que la poca participación y la desigualdad social están íntimamente relacionadas? ¿Darse cuenta que nuestra desidia sustenta la injusticia? Otra cuestión es cómo participar en las condiciones actuales. Fórmulas hay, solo hacen falta motivación e interés para aplicarlas.

*Catedrático de Ética