En Castellón, la despedida del verano huele a arroz de caldera, a árboles frutales y a monte, pero también a tradiciones, a buenas conversaciones alrededor de una mesa, suena a folclore y letras populares, aunque sobre todo se siente como una oportunidad para reencontrarse con los amigos y dar la bienvenida a una nueva estación. Al menos, así entienden los miembros de la Colla El Pixaví la fiesta que organizan cada último domingo de septiembre en la ermita de Sant Roc.

Unas 300 personas se congregaron en el entorno de este ermitorio para dar cumplimiento a una costumbre muy castellonera, que está vinculada, como otras tantas tradicionales locales, a estos grupos de amigos sin los que no se entendería la idiosincrasia local.

Lola Mallén, la cap de colla, no tiene ninguna duda. Más allá de reivindicar las raíces de la ciudad, este es un encuentro «fraternal, que nos permite pasar un día de convivencia», no solo entre los miembros de la agrupación. No son pocos quienes «vuelven cada año porque sabe que todo el mundo es bienvenido», además de bien tratado.

La Colla El Pixaví, que se precia de ser una de las más veteranas de la ciudad, asume a su vez un compromiso implícito con la historia de Castellón, que se plasma en los homenajes que realizan en cada nueva edición de la fiesta a las personas anónimas que dan sentido al presente desde su trabajo pasado.

En esta ocasión, la figura rescatada del olvido fue Cari, «la última churrera de la plaza Mayor». Coincidiendo con la romería por las fuentes que forma parte de la programación de la jornada, se explicó a todos los asistentes que personas como Cari «también forman parte de ese Castellón que ha avanzado, que aunque no es el que conocen muchos, nos define e identifica», aseguró Mallén.

Los buenos recuerdos de este día no solo quedarán en el paladar de los asistentes. El bureo, esa costumbre tan popular de cantar y tocar música tradicional, volvió a convertirse en una agradable provocación a la participación, que arrancó muchas sonrisas, pero sobre todo reforzó los lazos de quienes no se resisten a que las raíces sean solo una referencia, porque son presencia viva.

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