Se habla de la despoblación en entidades locales pequeñas y, como una utopía, se idealiza la vuelta a los pueblos, algunos ya al filo de la desaparición. Ni tanto ni tan calvo. Hay una realidad que pone cada opción en su lugar. Aquella distinción entre ser de «capital» o ser de «pueblo» ha pasado a la historia. Hoy la cultura y la realidad han acabado con esta siempre injusta distinción. Yo he vivido sucesivamente en ciudad, pueblo y macro-ciudades y puedo contar mis experiencias personales. Lo importante es que el pueblo debe convertirse --si no lo está ya-- en espacio atractivo y cómodo para atraer a los nuevos habitantes.

Según fuentes del Instituto Nacional de Estadística (INE) entre los años 1998 y 2013 casi medio millón de personas trasladaron su residencia desde núcleos de más de 100.000 habitantes a municipios de menos de 10.000.

La tendencia muestra que cada vez son más los que eligen el medio rural para vivir. Para ello han de valorarse muchos aspectos: sanitarios, laborales, culturales, cobertura tecnológica o proximidad a áreas que disponen de estos medios, etc.

EL PUEBLO ofrece indudables ventajas: vivienda más económica, proximidad vecinal, solidaridad, contactos más estrechos, tranquilidad, aire limpio, campo, paisaje. Es cierto que no están tan a mano otros servicios que se consideran básicos, hay carencias, pero los medios de transporte con que contamos actualmente facilitan el traslado.

¿Nos vamos al pueblo?

*Profesor