Ya imagino, queridos lectores, que están esperando que hoy escriba sobre la torpeza mayúscula que cometió el partido Ciudadanos cuando hace unos días presentó sus listas por Castellón, con polémica de las buenas. Pero no me apetece meterme en ese jardín.

Imagino que también aguardan mi sesudo análisis sobre los aburridísimos debates del lunes y martes pasados. Pero no. Tampoco voy a valorar en profundidad ese tema.

¿Por qué? Porque estoy hasta el moño de la campaña electoral. Llevamos un año así y aún nos queda un mes de suplicio.

Voy a hablarles de lo que pasó el martes 23 en El corte inglés, en Argot, en Plácido Gómez, en La casa del libro, etc, etc. Todos estos establecimientos celebraron, en mayor o medida, el día del libro. Con presencia de autoridades y sin ella. Con docenas de lectores y sin ellos. Pero siempre con gran ilusión. Porque el día del libro es una fiesta.

En uno de los países con más bajo índice de lectura de Europa, el día del libro es todo un acontecimiento. O debería serlo.

Por El corte inglés, por ejemplo, pasó casi todo Castellón. Y cada visitante leyó una página de Moby Dick. Fue un día de alegría para festejar que el libro, el principal ladrillo de esa gran obra que es la cultura, sigue formando parte de nuestro día a día.

*Escritor