Mañana se celebra el Día Internacional de la Mujer, instaurado por la ONU en el año 1975 para, entre otras disposiciones, defender la igualdad de derechos, la dignidad humana y, por supuesto, la condena de la violencia. Ya la Declaración Universal de 1948 decía que «todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos»; es, por lo tanto, un derecho fundamental, aunque, desgraciadamente, ignorado o conculcado en demasiadas ocasiones.

Pero, por encima de las diversas reivindicaciones que se formulan, yo incidiría en una sola, totalmente abarcadora: la dignidad humana, que es, en definitiva, el derecho que tiene cada ser humano --sea mujer, sea hombre-- de ser respetado y valorado por el solo hecho de ser persona; ser racional y dotado de libertad. Ese es el fulcro en virtud del cual debe pivotar la reivindicación. La manera de llevarla a cabo es otra cosa.

Una de las ofensas más graves a la dignidad es la violencia de género, una vergonzosa violación de los derechos humanos; afecta principalmente a las mujeres por el mero hecho de serlo. Pero así como la agresividad es innata, la violencia es aprendida. La agresividad defensiva, dice J. Urra, es parte de la naturaleza humana, mientras que la violencia se provee del aprendizaje social. Esto significa que hay una esperanza de incidir sobre ella: la cultura de la no violencia pasa por la educación.

*Profesor