Acaba de celebrarse el Día Internacional de la Mujer y, por lo que hemos visto, con actos que han contado con numerosa asistencia y éxito. Ha sido contribuir a lo que hoy se llama «visibilización» del papel que la mujer desempeña y debe desempeñar en la sociedad actual. El fenómeno ha sido masivo.

Entre las numerosas reivindicaciones que aparecían en las consignas y carteles anunciadores, algunos mayoritariamente como «igualdad», «a igual trabajo, igual salario», respeto, libertad, etc. Perfecto. Pero noté a faltar una palabra que, probablemente, engloba todas estas acepciones: «dignidad», una cualidad no otorgada por nadie, sino consustancial al ser humano. Tanto libertad como responsabilidad e igualdad son conceptos que están unidos al de dignidad, subsumidos.

La Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 habla de la «dignidad intrínseca (…) de todos los miembros de la familia humana», precisamente porque, como dice el artículo primero, «todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos».

Tampoco soy partidario de la palabra «luchar». Durante 10 años fui director de un curso internacional de Educación para la Paz y desterramos de nuestro vocabulario términos violentos o bélicos. ¿Por qué no utilizamos «trabajar» en lugar de «luchar» o «batallar»? La violencia verbal no ayuda a la paz.

*Profesor