Este próximo domingo se celebra el Domingo de Ramos, fecha de tanta tradición, aunque su esplendor haya decaído con los años, pues parece ser que la fiesta comenzó ya en el siglo IV con especial interés y general participación. En el área catalana y también en la valenciana la celebración adquirió inusitada popularidad e intenso fervor religioso.

Un viejo refrán, todavía en vigor, dice así en nuestra capital: “El diumenge de Rams / qui no estrena / no té mans”, que, en la traducción castellana, tiene el mismo sentido. Con ello se aludía a la costumbre de estrenar vestidos y lucirlos en la procesión, siempre que uno tuviera los medios económicos necesarios para hacerlo. De ahí el “no té mans”, referido a quienes no disponían de los recursos pertinentes.

La fiesta recuerda la entrada triunfal de Jesús cabalgando sobre un borrico, mientras el público de Jerusalén, enardecido, aclamaba su paso con aquel “Hosanna” acompañado de palmas, ramos de olivo y de laurel. ¡Quién diría que cinco días después aquella misma turba celebraría su pasión y muerte! Así son los seres humanos.

La verdad es que, al margen de su entrañable sentido religioso, el Domingo de Ramos constituye una rica tradición, parte de la cual se conserva todavía como es la bendición de los ramos, los cuales suelen colgarse en el balcón de las casas hasta el día de Carnaval. Y los refranes: “Rams mullats / bo per als sembrats”. H