Un elefante por dos colmillos, ese es el precio que se paga por la vida de este precioso animal. Y así seguiría la lista por otros como el rinoceronte y sus cuernos, el tigre, el gorila y la tortuga marina entre múltiples especies. Y otro tanto ocurre con la flora como nos recuerda el Día Internacional del Medio Ambiente, celebrado en muchos países y en muchas ciudades como la nuestra el pasado domingo, hace tres días. En esta jornada, con epicentro en la plaza de Santa Clara, se reivindicaba el respeto por la Naturaleza y la lucha contra el comercio ilícito de fauna y flora.

En ese día sorprendía en nuestra ciudad el despliegue de actividades comerciales, lúdicas, educativas, solidarias, altamente ecológicas y musicales. El mensaje era claro: consumo controlado, acompañado de un expresivo eslogan: “reutiliza, reduce y recicla”. Esto es, un consumo responsable del medio ambiente con el objetivo de salvar la Tierra, cuidar el planeta y concienciar sobre el medio ambiente.

Y, aunque tímidamente, parece observarse un despertar en este sentido. Destacable es, a este respecto, la palabra del papa Francisco en su encíclica Laudato si, que trata, como él dice, “sobre el cuidado de la casa común”. En ella se plantea una pregunta radical: ¿qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan? Implícitamente es una referencia al sentido de la existencia y al valor de la vida social. H