Las noticias diarias nos muestran las violaciones de los derechos humanos, la explotación de personas, el desprecio y la falta de reconocimiento, ocurriendo en otro lugar, lejos de aquí. Sin embargo, cuando vemos que incluso la miseria laboral se subcontrata delante de nuestras narices, cuando se muere al manillar de una bicicleta repartiendo comida basura, ya no es posible mentirnos. Es fácil percatarse que la explotación laboral y la miseria salarial está entre nosotros, más aún, han venido para quedarse. La crisis fue la justificación de la austeridad y la precariedad laboral. Estamos saliendo de la crisis, incluso Bruselas nos felicita y nos anima a seguir por la vía de la seriedad presupuestaria. Pero los salarios no parecen mejorar, al menos como sí lo hacen los beneficios empresariales.

Esta semana se han publicado las cifras del paro en nuestro país y nuestros políticos se alegran de lo bien que estamos. Se han creado más de 200.000 puestos de trabajo. «Solo» quedan tres millones de parados. Nos ha salvado, una vez más, el turismo, la hostelería a la cabeza. Pero de estos empleos más del 90% son temporales, casi todos precarios. El abuso empresarial en la utilización fraudulenta del contrato temporal es un hecho, del que se deberían diferenciar las empresas que intentan hacer las cosas bien. No es de recibo trabajar todo el día y cobrar media jornada, apenas 600 euros, además de forma intermitente. En estas condiciones de pobreza e inestabilidad, piensen a ver quién se atreve a tener hijos. La responsabilidad de esta situación no reside solo en los políticos.

*Catedrático de Ética