Así como se habla de cantos de sirena, que atraen, seducen y embelesan, aunque, en realidad, son falsos, también es frecuente citar al conocido enano de la venta de la fábula de Hartzenbusch y su presencia en el Quijote. «¡Que bajo, que voy a bajar! ¡Y si bajo, la armo!», decía el hombrecito desde su mullido pajar, su escondite, cuya voz estentórea asustaba hasta a los más valientes tertulianos de la venta, que, ante sus amenazas, huían despavoridos. Un día, no obstante, un mozo le retó: «¡Baje vuesa merced!» Y se presentó el enanillo ante la sorpresa y la risa general de los reunidos en la venta. La comedia había finalizado.

Desgraciadamente el enano de la venta habita hoy en cualquier lugar, y no solamente en los pajares. Sus bravatas y amenazas parecen ser reales, sus modales impresionan y la voz con que se expresa estremece muchas veces al auditorio. Pero, en el fondo --y en la superficie-- no es más que un enano, no precisamente por su talla física, sino por su manera de decir, que no distingue medidas.

Cantos de sirena y amenazas es lo que priva en demasiadas ocasiones en las discusiones públicas, ninguna de cuyas modalidades es adecuada para el diálogo sincero y para el entendimiento mutuo. Precisamos de educación y moralidad para que la comunicación sea correcta y fructífera. Comunicarse y respetarse es lo que hace falta aprender y practicar.

*Profesor