No, no es el Enfermo imaginario de Molière, no. Es el enfermo imaginado de la gente que observa a un enfermo supuestamente imaginario.

Verán. La semana pasada me encontré con un viejo compañero. Surgió la pregunta de ritual formulada por mí con sincero interés: ¿cómo estás, cómo estáis por casa? Apesadumbrado me resumió la situación familiar: su esposa estaba afectada por una enfermedad especial, la fibromialgia, ignorada por muchos e imaginada por otros tantos. Son pacientes, me dijo, que cuentan con la incomprensión y ofrecen un cuadro clínico que el profano confunde con la ansiedad, la depresión, el ser un quejica impenitente, etc. Todo ello provoca un fuerte impacto en la calidad de vida del enfermo, que, además del dolor y la molestia que sufre, tiene que soportar la frivolidad y la incomprensión de mucha gente.

NO SUPE cómo animarle; yo desconocía todo sobre esta enfermedad y él estaba ampliamente informado. Los datos indican que 700.000 españoles la sufren, mayormente las mujeres (el 6,3% de la población mundial). Quien ha oído hablar de ella generalmente no la toma en serio. Hay un cierto prejuicio general, que algo tiene que ver con lo que decía Einstein: «Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio». Y creo que tenía razón. Naturalmente no es este el criterio médico, pero sí el popular.

La enfermedad no ha encontrado todavía solución, decía mi compañero, pero sí mitigaría su estado contar con la comprensión de la gente.

*Profesor