Han pasado muchos días, tal vez años, y no recuerdo dónde leí la noticia. Pero ahora me ha venido a la memoria. Esa memoria que tiene sus criterios para recordar y para olvidar.

Sé que el caso se produjo en un país extranjero. La escena del hecho: una clínica. Protagonista: una joven que había sufrido un accidente muy grave y no recuperaba la conciencia. Un joven que, supongo, estaba enamorado de ella la visitaba de vez en cuando y se quedaba un rato a su lado. Y un día le dio un beso. Y entonces se produjo el hecho inesperado. La chica que resistía tanto tiempo sumida en la inconsciencia abrió los ojos. Y el chico aseguró que, además, le sonrió. Podríamos ser escépticos, podría haber sido un contracción muscular antes de morir. No sé y no intenté saberlo.

Solo sé, y eso parece seguro, que un beso puede tener la virtud de vitalizar y de reanimar. Un beso es un contacto con la piel, y la piel, ¿puede estar viva más allá de la inconsciencia? Si me equivoco, que me perdonen los médicos.

La historia antiquísima de la bella durmiente del bosque, que despierta cuando recibe un beso, ¿podría ser algo más que una leyenda en forma de cuento?

En cualquier caso, me atrevo a pensar que a pesar del rigor del análisis científico de la vida y la muerte, ¿puede haber en la inconsciencia un brevísimo momento de sensibilidad?

Sé muy bien que esto que escribo resulta seguramente indefendible. Pero no puedo renunciar a la emoción de creer que la chica amada hizo una última e inhábil sonrisa para poder despedirse de su amante. Entre los vivientes, un beso y una sonrisa también pueden ser una medicina. H